


Hace un par de meses se concretó el encuentro con el curso que, en rigor, fue mi primera jefatura cuando comencé a trabajar como docente. Esos chicos y chicas egresaron hace 25 años de la Enseñanza Media habiéndome tocado acompañar en su formación a muchos y muchas de ellos y ellas al menos desde 5° Básico. Hoy, todos y todas superan los 40 años. La reunión se convirtió rápidamente en un encuentro de alumnos y alumnas de 3° Medio. Literalmente, volvieron a los 17. Sus modos de hablar, sus gestos. la manera como se relacionaron esa noche fue un remedo perfecto de como lo hacían cuando recorrimos el Perú en viaje de estudios por allá por el año 1981.
En lo personal, este encuentro fue el inicio de mi propio rescate desde la memoria de lo bueno que me tocó vivir junto a ellos y ellas. Salí de la reunión con nuevas energías, reafirmado en mis principios y emocionado de ver como la convivencia en el estudio y el canto, dos de nuestras principales ocupaciones en esos años, dejaron huella en su espíritus. Para mi el encuentro significó percibir con mayor claridad que lo que hago tiene sentido, el mismo que tenía entonces aunque manifestado de distinta manera en la acción.
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