jueves, 16 de diciembre de 2010

Reflexión para la Red de Universitarios

Una de las mayores dificultades para que un niño de un sector de pobreza aprenda a leer es que no sabe hablar. No tienen un vocabulario mínimo que les permita entender lo que se les quiere eseseñar. Eso ha hecho que se vuelvan a usar métodos que ya estaban obsoletos, por favorecer sólo una lectura mecánica, sin comprensión. De ahí en adelante, ya partió con retraso y será difícil recuperarse. Lejos están los días en que los obreros y los empleados de este país viajaban a sus trabajos llevando un libro para leer en la micro. Libros que se repartían en las industrias y oficinas o que se vendían a muy bajo precio, publicados acá en el país. Mi padre, chofer de locomoción colectiva, leía a Cortázar, Rulfo, Vargas Llosa, García Márquez, Carpentier, etc. Mis hermanos y yo aprendíamos en la escuela y en la casa sobre mil cosas que estaban en libros y revistas. En la escuela nos sentábamos todos juntos, hijos de ricos y pobres, y aprendíamos junto con las letras y los números a ser solidarios y a desear lo que existe y de niños teníamos la mirada puesta en el futuro y en la sociedad democrática en la que viviríamos algún día. Sin embargo esa utopía persiste. Muchos de los jóvenes de sectores pópulares o clase media que llegan a la universidad vienen con sueños y ganas de cambiar el mundo. Y el que no, muy luego se da cuenta que no pude quedar indiferente cuando un compañero de curso espera en el casino que alguien deje algo de comida en el plato porque no tuvo acceso al beneficio, porque no alcanza para todos quienes lo necesitan.